No somos los docentes máquinas de enseñar y los alumnos máquinas de aprender. Somos personas con inteligencia y con emociones. Solo desde una actitud emocional positiva pueden realizarse aprendizajes significativos y relevantes. Ojalá este libro llegue no solo a la cabeza de quienes lo lean, sino que alcance la esfera del corazón. De esa forma se traducirá en propósitos de acción y en motivo de alegría en el ejercicio de la profesión más difícil, más importante y más hermosa que se le ha encomendado al ser humano en la historia: trabajar con la mente y el corazón de las personas.