La edición de esta obra tiene valor porque rescata la sutil complejidad del pensamiento de Gioja y de alguna manera nos lo devuelve intelectualmente. Él decía de sí mismo que era “ágrafo”. No escribía tratados, ni manuales. Quizá como una muestra exagerada de su natural modestia. Llevaba adelante, en cambio, un trabajo docente e investigativo de curiosa estrategia. Intervenía con textos breves y esclarecedores, en asuntos que complicaban a la teoría y en los cuales aportaba desarrollos incisivos y originales.