La hipótesis que pretendo analizar en este libro es la siguiente: El Derecho puede cambiar la mente de las personas, produciendo un impacto cognitivo y biológico de largo plazo sobre los individuos en sociedades reguladas. Nuestras leyes y los sistemas de Justicia contribuirían así al devenir evolutivo.
¿Qué sería de nosotros sin las leyes? ¿Podríamos vivir siguiendo nuestras tendencias naturales, guiándonos solo por los instintos en cada conducta? ¿Nos comportaríamos como seres humanos en ausencia de marcos limitadores de los comportamientos? ¿Verdaderamente necesitamos seguir las normas?
La teoría jurídica presupone las respuestas a todas estas cuestiones. Siempre parte de la conveniencia de un orden, sin profundizar en las repercusiones psicológicas de la sujeción a directrices marcadas por otros. Apenas pone su foco sobre quienes habrán de cumplir las reglas, respetando el pacto social.
Probablemente la inercia sea la principal explicación del cumplimiento normativo. La mayoría se limita a hacer lo que los demás, lo de siempre o lo que se espera que hagan. Claramente es una posición cómoda, segura y garantizada para evitar el reproche. Las personas “normales” no quieren problemas.
Cada uno de los individuos que se adecúa a las normas contribuye a la convivencia social, beneficiándose así mismo al permitir tanto la realización planificada de sus fines como la previsibilidad, ventaja considerable de nuestra especie y de cada uno de sus integrantes, especialmente de los más adaptados.