Los desfiladeros son senderos que se deslizan entre muros (las resistencias del paciente y su analista) y un precipicio (la angustia sin nombre del desgarro psíquico). Desde el descubrimiento de su propio inconsciente y a través del relato de una serie de casos clínicos –patologías diversas en pacientes adultos y niños–, el autor nos invita a un largo recorrido de más de cuarenta años, por los desfiladeros de su experiencia de psicoanalista, de un lado y del otro del océano, internándonos en los laberintos transferenciales de esos encuentros que el autor denomina “anudamientos” y “desanudamientos”, con sus momentos de incertidumbre, de vivencias angustiosas frente a los abismos insondables del sufrimiento psíquico y “remansos” en los que las palabras encuentran sentido a lo que, aparentemente, aparece como incomprensible. En estos relatos se entrelaza la reflexión acerca de aspectos técnicos del trabajo psicoanalítico, de la posición de escucha, que implica fundamentalmente la tolerancia al “no entender”, así como lo que se refiere a las vivencias transferenciales, tanto del paciente como del analista, en ese campo peculiar, de bordes imprecisos, que se constituye en el encuentro entre los dos actores del proceso terapéutico. En la tercera parte de este libro, sin despegarse completamente de la clínica, el autor desarrolla algunas problemáticas teóricas centrales del psicoanálisis, como el polémico “terreno común” que permitiría distinguir las fronteras del psicoanálisis en su actual babélica diversidad, planteando la pregunta pertinente: ¿existe tal shibboleth psicoanalítico? El autor incursiona además en la noción muy “franco-francesa” de la denominada transferencia lateral y reflexiona asimismo acerca de la génesis del aparato psíquico, la estructuración del narcisismo primario, el papel del objeto primario en este complejo proceso y en la función “inquietante” de la pulsión de muerte, preguntándose: ¿en qué consiste su pretendida “destructividad”?