La práctica clínica cotidiana nos confronta con la existencia de pacientes que presentan episodios de nutrida sintomatología psicótica y que no pueden ser caracterizados como francamente esquizofrénicos o maníaco-depresivos (bipolares). Sin embargo, se los suele incluir en uno u otro grupo y muchas veces se los singulariza como formas raras o atípicas de estos dos pilares nosológicos.
En efecto, la esquizofrenia y el trastorno bipolar constituyen los dos ejes cardinales de la nosología de las psicosis endógenas. A lo largo de la historia de la psiquiatría se ha pretendido ampliar las fronteras de una u otra enfermedad, primero en favor de la esquizofrenia, y actualmente en auxilio a la concepción de lo bipolar. De esta manera, se han descripto casos de pacientes esquizofrénicos con buena preservación del afecto y probandos bipolares que presentan sintomatología residual interfase. Más aún, esta extensión de las posibilidades clínicas de una y otra enfermedad llevó a la teorización de que podría existir entre ambos padecimientos un nexo genético que reformularía la idea de la existencia de una única psicosis. Lejos de adoptar una postura binaria o incluso unitaria de la clínica de las psicosis endógenas, en este breve texto proponemos abocarnos al estudio de un conjunto de cuadros que se caracterizan por su inicio brusco, breve duración, florida sintomatología,