- La verdad que todo el proceso del libro no surgió con la idea de, sí, voy a escribir un libro. Se fue dando de manera natural. Después de la muerte de Jero, cada día que pasaba, empecé a escribir para vaciar un poco ese dolor, transmutarlo, ese ahogo inicial que literalmente ahoga. Una forma de transformar eso que me estaba pasando, fue escribir. En el proceso, justo llega la pandemia y me encuentra formándome y estudiando diversas terapias. Es ahí en donde me doy cuenta que todo lo que yo sabía de la muerte hasta antes de la muerte de Jero, no me alcanzaba para transitar un duelo, por lo menos no desde la paz, porque cabe aclarar que el dolor va a estar igual.
Cuando me di cuenta de esto, me puse en movimiento, aprendiendo, cuestionándome, empecé a creer en otras cosas. Reconocerme como un ser espiritual, no desde lo religioso. Darle una vuelta de rosca a la muerte y lo que yo pensaba que era la muerte. Eso me permitió transitarlo de otra manera y así surge la idea de contar mi experiencia, no es una receta, solo la forma en que yo lo transite y considero que es más sanadora que tirarme a la cama y sufrir, porque nadie le saca la gravedad al hecho. Es mirar desde otro lugar para aprender.